sábado, 30 de enero de 2010

Abismo insondable


Como podréis comprobar, la fosa se encuentra formando un triángulo con Filipinas y Japón.

Un lugar que jamás conoció la luz del sol. En el océano Pacífico, donde la placa tectónica del mismo nombre subduce -se hunde- contra la placa filipina, se encuentra el punto más profundo de la Tierra. 11.033 metros de profundidad. Tan profunda es la fosa, que si introdujéramos en el océano a la isla de Manhattan de manera vertical, quedaría sumergida en su totalidad, a excepción del barrio de Harlem.

Este lugar jamás ha podido ser explorado de forma directa por el hombre. La presión que comprime el lugar es mil veces superior a la que sufrimos nosotros, debido al peso de una columna de agua de once kilómetros de altura.

En un medio abisal como es el caso, el mundo que conocemos deja de tener mucho sentido. Como ya cité antes, el Sol, que es el motor del mundo terrestre, deja de influir en este mundo inferior.

No obstante, la vida nos vuelve a sorprender, y nos deja bien claro que no se trata de un lugar estéril. Eso sí, la fauna se torna tétrica; los animales son de aspecto primitivo, con la mayoría de sus sentidos atrofiados puesto que aquí hay menos estímulos que sentir, pero tremendamente especializados en otros como el tacto o el olfato. La exploración de la sonda Challenger, que da su nombre al punto más profundo de la fosa - el abismo Challenger - dio a conocer al mundo especies como un calamar gigante del género Architeuthis. Parece increíble que criaturas tan colosales puedan subsistir en un lugar como este.


Un especímen del género Architeuthis a escala.

Y nuevamente, la paradoja regresa.

Es precisamente en estos fondos oceánicos donde la vida se encarga del ''sector primario'' del ciclo de producción en la biosfera. Quiere esto decir que las bacterias y gusanos que se encuentran en las fumarolas - chimeneas por donde escapa el calor del interior del planeta, no necesitan siquiera de la luz para crecer. Se bastan de compuestos como el metano (CH4) tan abundantes en los fondos oceánicos, para llevar a cabo su metabolismo y servir de sustento a especies más complejas. Asimismo resitirían perfectamente extincione masivas que podrían acabar con el resto de especies.

Aún con todo, el fondo de los océanos es el lugar menos explorado por el hombre. Dicen algunos que en proporción, se sabe menos de él que del espacio exterior. Es un lugar vastísimo, ocupando una vez y media la extensión de la tierra firme, y del que sólo podemos saber lo que nos digan los batiscafos, mini-submarinos de movilidad limitada que dan a conocer columnas de agua y no áreas enteras. Por tanto, ¿quién sabe si el futuro no nos depara el descubrimiento de especies presuntamente extintas, nuevas especies...y algún ser que sorprenda a la humanidad como nunca otro lo haya hecho?


Algunas de las criaturas abisales, que parecen sacadas de una pesadilla.

Aquí finaliza mi homenaje a un lugar que todavía a estas alturas, nos permite soñar.

viernes, 29 de enero de 2010

Máscaras ceremoniales


Es allí donde el Sáhara comienza a rendirse ante tierras más fértiles, en el África Occidental, que habita una de las tribus más fascinantes del continente negro. En la frontera entre lo inhóspito y salvaje, y lo dinámico y humano. Más al sur de este lugar, está la zona más densamente poblada de toda África, los países que bañan sus costas en el golfo de Guinea.
Pero bien, centrémonos en este lugar a mitad de camino, centrémonos en esa tribu. Son los dogones. Un pueblo que intenta mantenerse alejado de la penetrante globalización que amenaza con destruir la fascinante diversidad con que aún resisten estoicamente muchas tribus de esta región del planeta.
No por nada viven en un lugar tan alejado de comodidades, lleno de peñascos pedregosos, un tórrido rincón del planeta donde las temperaturas ascienden sin ningún pudor más allá de los 45ºC.

Los poblados dogones se yerguen sobre las laderas de esta tierra irregular, con tímidas chozas como hogar de sus habitantes.



La mayoría practica el animismo, esto es, la adoración de una o muchas deidades que tienen su avatar en este mundo (firmamento, animales, plantas, fenómenos meteorológicos, etc.) Un claro ejemplo de animismo sería la Civilización Egipcia. Para los dogones, su dios particular es Sirio, la estrella más brillante del firmamento. Sus creencias están basadas en la cosmología. No obstante, algunos fueron convertidos al islam o al cristianismo, por lo que hay poblados en los que la población llega a dividirse en barrios según su creencia.

En cuanto a la cosmología, hay quienes creen que llegaron a contactar con seres extraterrestres provenientes de esa estrella. Esta teoría se basa en la conversación de un antropólogo francés, Marcel Griaule, con un jefe chamán de un poblado, llamado Ogotemmeli en 1939. (Supongo que la conversación fue en francés, idioma muy hablado en esa zona de África por ser colonia). El tal Ogotemmeli dio datos muy concretos sobre astronomía. Incluso dijo que 'Po Tolo' (la estrella gemela de Sirio, Sirio B) era ''tan pesada que ni toda la humanidad podría sostenerla''.
Casualmente se sabe que Sirio B es una estrella de enorme densidad, ( tan grande como la Tierra pero tan pesada como el Sol).
Si bien todo este misticismo puede ser lapidado por el hecho de que esos datos eran conocidos desde 1862 por el mundo Occidental. Por tanto, es de suponer que un misionero jesuita, o cualquiera que tuviese contacto con los dogones anteriormente, les intentase imbuir en los conocimientos modernos, y ese jefe chamán simplemente se limitase a orar lo que escuchó.

Dejando a un lado ese interesante tema, no menos interesante es el ritual de las máscaras. En especial el ritual Sigi, de los dogones que habitan en Mali, es muy difícil de presenciar, puesto que celebran uno nada menos que cada sesenta y cinco años, pero verlos danzar en mitad de la noche, en una atmósfera cargada de ascuas provenientes de las hogueras, y con máscaras gigantescas que al ser portadas desafían el equilibrio, debe ser algo inolvidable. Representa la restaurción del mundo, digamos, el comienzo de un nuevo ciclo.





















Esperemos que un pueblo con tanto carácter propio como los dogon, logren frenar el imparable periplo de la cultura Occidental, que ha pasado de una sana exposición de valores modernos a los pueblos, a un virus que hace mucho perdió la noción de restricción de su expansión, puesto que si no, anécdotas como la del chamán Ogotemmeli serían el pan de cada día, y perderían su identidad.

miércoles, 27 de enero de 2010

Ciudadela desértica


El Rajastán es posiblemente uno de los lugares más pintorescos de la India. Un híbrido entre el mundo árabe y el lejano oriente. Y es precisamente esta mezcla la que nos ofrece un lugar tan diverso y espectacular.
Las mayores ciudades del estado, tienen carácter propio, cada una de ellas ha sabido cómo lograr y conservar su propia atmósfera.

Jaipur, la ciudad rosada, es la principal. Estratégicamente situada entre las caravanas de camellos que se dirigen al desierto de Thar, y el corazón de la India, cerca de ciudades tan famosas como Agra o la mismísima Delhi, con las que conforma el 'Triángulo Dorado' tan requerido por los viajeros. Allí podemos encontrar el Hawa Mahal, o palacio de los vientos, una imponente fachada repleta de ventanales perfectamente elaborados.

Podemos contemplar además el observatorio astrnómico del maharajá Jai Singh II. Y todo esto con la presencia ubícua de las casas rosadas, que acentúan aún más el cálido y seco entorno de esta ciudad.


Jodhpur, la ciudad azul, mantiene el estilo de su hermana mayor, pero esta vez es el azul de las paredes el que contribuye a refrescar el ambiente, y ofrece un toque mágico a la escena.


Y cómo olvidarnos de Udaipur, la Venecia india. Una romántica ciudad surgida de un cuento, con un espléndido palacio en su lago principal.

No obstante, hay un lugar mucho más tímido que los citados anteriormente. Un lugar situado cerca de la frontera con Pakistán, imbuído de una constante calima desértica. Aparece como un espejismo ante el viajero, una ciudadela de muros rojos que domina los alrededores. Un lugar fastuoso, donde contemplar el atardecer no tiene precio. Desde donde parten las caravanas de camellos en su viaje a través del desierto, donde los artesanos y tragafuegos propician un espíritu medieval.

Imagina por un momento, recorrer las estrechas calles dominadas por 'havelis', las mansiones construidas por nobles y mercaderes que una vez amasaron una gran fortuna, mientras quedas atónito ante la pureza más ancestral. Alzas la vista y contemplas el firmamento más profusamente estrellado que puedas concebir. Parece como si Cronos se hubiese olvidado de este lugar.




Jaisalmer, el avatar de la nostalgia.


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martes, 26 de enero de 2010

El mundo perdido




Los tepuys son unas mesetas diminutas, relativamente, claro está, que salpican la sabana venezolana. Su numero se estima en torno a ciento cincuenta. Hay varias cosas que llaman la atención sobre estas estructuras.

Primeramente, que son muy antiguas. De hecho las rocas que constituyen los tepuys datan de nada menos que hace tres mil ochocientos millones de años. Estaríamos hablando de las formaciones rocosas más antiguas del planeta.
Para continuar, el misticismo que provoca verlos, cubiertos por una densa bruma la mayor parte del tiempo. Si los comparásemos con las gigantescas montañas del Himalaya, quedarían en pañales, pero dado que se elevan en un terreno muy llano, son espectaculares.

Los nativos del lugar, cuentan todo tipo de leyendas sobre lo que puede hallarse en las cimas aplanadas de esas mesetas, alejadas de la influencia humana en la medida en que son tan inaccesibles. De hecho muchos creen todavía que pueden estar gobernadas por criaturas de leyenda, o incluso dinosaurios.

No obstante, algo de realidad tienen esas afirmaciones, y es el hecho de que la biodiversidad de la zona no conoce límites, y apenas se ve ensombrecida por unos pocos sitios en el mundo, como la vecina cuenca del río Amazonas. Recientemente se han descubierto varias especies de plantas carnívoras que permanecían en la sombra del conocimiento humano en la cima de esos tepuys.





















Y es que la extrema verticalidad de las paredes rocosas que ascienden hasta la cima de la meseta, hace muy difícil que las especies animales y vegetales pasen de arriba a abajo y viceversa. Por tanto aparecen endemismos, especies que son únicas de esas inhóspitas alturas.
Otro de los logros de esa extrema verticalidad, es que es culpable de que aparezcan saltos de agua tan impresionantes como el que cae del Auyantepuy. El archifamoso Salto del Ángel.



La mayoría de estas mesetas se encuentran en la cuenca de otro de los grandes ríos de Sudamérica, el Orinoco.
En esta misma zona se encuentra el Parque Nacional de Canaima, famoso por sus simpáticos capibaras, los mayores roedores del mundo.

Cabe destacar, que este increíble escenario tropical y misterioso a partes iguales, fue utilizado como trasfondo en la novela ''El Mundo Perdido'' de Arthur Conan Doyle.

Vistas las imágenes y habiéndonos empapado de información, no nos extraña. Los tepuys se lo merecen.

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El dragón que vuela hacia el futuro



La ''Oriental Pearl Tower'', irguiéndose nada menos que 486 metros sobre las orillas del río Pu Dong que da nombre al más flamante y futurista distrito de la más flamante y futurista urbe china, Shanghai. Y decir eso es decir bastante.

Si hay una urbe que se rinde a los dioses Dinamismo y Consumismo, esa es Shanghai. Su población es difícil de calcular ya que crece a un ritmo vertiginoso, acercándose a la veintena de millones. Si bien Pekín, la capital del país le ejerce una encarnizada competencia. Y es que entre las megalópolis de China la palabra competencia está a la orden del día.

La nación más poblada del planeta y cuya economía se alza a mayor velocidad, aupando su Producto Interior Bruto nada menos que un 10% anual. Sin lugar a dudas el dragón asiático despierta y quiere comerse una suculenta hamburguesa yankee. Su séquito de mil cuatrocientos millones de discípulos se libera de los grilletes mugrientos de una anterior represión, desplegando sus alas en busca de la felicidad material. Todo esta retahila de acontecimientos da lugar a un conflicto dual en nuestras mentes. Por una parte tienen derecho a disfrutar tal como lo ha hecho durante décadas el mundo occidental, por la otra, ello puede tener consecuencias fatales desde el ámbito medioambiental al de la economía de países menos competentes.

Pero dejando a un lado los aspectos oscuros, decir que China, desde el descubrimiento de la pólvora no ha dejado un momento de brillar con luz propia. Debido a la inherente capacidad de esfuerzo del pueblo chino, han levantado siempre una sociedad que fascina al mundo, desde los tiempos de Marco Polo hasta día de hoy. Quienes un día crearon la mayor obra arquitectónica de la humanidad, visible desde el espacio, ahora pretenden dejar aquella obra en pañales, pero sin olvidar. China tiene presente siempre lo que fue, testigo de otros tiempos es la Ciudad Prohibida de Pekín, hasta hace poco vetada al público. Y es que ese particular cuidado por su pasado ha hecho que el pueblo chino tenga unas fortísimas raíces sobre las que asentar el árbol que dejará en sombras al resto del mundo conocido.


El tallo de ese árbol sin duda lo forman la ingente cantidad de edificaciones que se alzan en busca de los cielos, que hacen crecer cada ciudad de manera insospechada, desde las norteñas tierras de Manchuria, a las fértiles rías cantonesas, pasando por el hormiguero humano que es Sichuan, el estado más poblado del planeta.

Pero si un encanto inesperado para muchos tiene China, son sus dos caras, de las cuales es testigo el Sol en su peregrinaje de este a oeste. Conforme nos vamos adentrando en el continente desde las bulliciosas costas del mar de China, nos encontramos un país cada vez más inhóspito hasta que llegamos al gigantesco desierto del Takla-Makan y a las tierras altas del Tíbet. Y es que la mitad de la superficie del país se encuentra habitada por poco más de una milésima parte de la población. Es entonces cuando lo que nos encandila es el prodigio de la naturaleza que derrama cientos de miles de kilómetros cuadrados de dunas al norte, un paraíso lacustre en el centro y el techo del mundo (el Himalaya) al sur.

Ponemos fin a nuestro viaje por el lugar más dinámico del planeta en su punto más tranquilo, en la ciudad de Lhasa. El palacio de Potala se alza sobre la cuna de la paz y la reflexión budistas, impasible ante los alaridos del dragón. Ellos lo hacen todo a su ritmo. Cual ejército de terracota oculto cerca de Xi'an, la sociedad china se prepara para hacer su aparición emergiendo del anónimo y tomando el control del hemisferio occidental.


Yo también emerjo de las profundas cabilaciones sobre este magnífico recodo del planeta en busca de mi próximo destino. No habrá tanta gente pero será igualmente interesante.

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La capital de las yurtas



Hoy vengo a hablaros de una ciudad que me fascinó desde que supe algunos datos curiosos. Se trata de Ulan Bator, la capital de Mongolia. No es una ciudad que impresione por su tamaño ni población, ni por poseer gigantescos rascacielos o gloriosos monumentos. Más bien lo que atrae de ella es que carece de todas esas cosas.
Es una ciudad bastante singular.

Situada en el centro-norte del país, sufre por ser uno de los lugares más alejados del mar que existen. De hecho, la costa más cercana está a unos mil quinientos kilómetros en línea recta. ¿Y en qué repercute? Principalmente en el clima. Ulan Bator está considerada la capital más fría del mundo. En invierno, el duro clima continental se impone puesto que no hay masas de agua que logren suavizar las temperaturas. Muy a menudo el mercurio cae por debajo de los cuarenta grados bajo cero. Esta situación, en una ciudad muy moderna y sin demasiadas distinciones entre la población, no sería del todo catastrófica.

Pero, ¿y si una parte de la población no tiene donde cobijarse del frío?
Resulta que cientos de personas, entre ellos muchos niños huérfanos, deben buscarse la vida en lo que dura el invierno, que es mucho. Allí se les llama ''niños rata'' puesto que la mayoría solo encuentra refugio arrimándose a las tuberías de gas caliente que recorren los subterráneos de la ciudad. No es sorprendente ver agujeros donde debería haber tapas de alcantarilla. Y si se presta atención, probablemente se divisen las pertenencias de esas personas, o a las personas mismas.


Una de las cosas que más llama la atención de esta peculiar ciudad, es lo anárquico de su arquitectura, la mezcla de los estilos. A un lado puedes encontrar un sórdido edificio comunista, y al otro un frágil y delicado templo que recobra el espíritu oriental de la escena.

Aún así, lo que más destaca en el paisaje urbano, es la presencia de interminables mares de yurtas; las típicas tiendas de campaña del pueblo mongol. Este tipo de construcciones, legado de los ejércitos que sus antepasados erigieron como imperios que hacían temblar a Occidente, son muy rápidos de montar y desmontar.

Esto nos revela la naturaleza nómada de los habitantes de Mongolia. Es como si en cualquier momento, la pacífica rutina fuera a tornarse belicosa, y necesitasen huir de allí.



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Bienvenidos, viajeros.

Deseo daros una cálida bienvenida a este blog, que tratará de todo aquello con que nuestro mundo puede deleitarnos. Porque como bien reza en la cabecera de la página, ''quinientos diez millones de kilómetros cuadrados dan para muchos rincones asombrosos''. 


Las razones por las que me embarco en esta empresa son, por un lado, las ganas de desarrollar una temática por la que siento afición desde que tengo uso de razón, y de transmitir el valor del respeto e intercambio intercultural. Porque los valores occidentales no son los únicos ni mucho menos los más correctos. Este mundo es un crisol de culturas, lenguas y costumbres; lo que en un lugar puede resultar una exquisitez gastronómica, en las antípodas podría parecer una aberración; la ética supuestamente correcta en un país, puede ser intolerable en otro. 


Por suerte o por desgracia, la globalización está acabando con esas diferencias, otrora infranqueables murallas, ahora difusas líneas que se van borrando más y más con el paso del tiempo. Aquí encontraréis unas breves pinceladas del folclore tradicional de los lugares que se expongan, para que todos seamos conscientes de que la variedad, aún siendo un valor en decadencia, perdura en nuestro planeta.

De izquierda a derecha; un miembro de la tribu Dogon ataviado con una máscara ceremonial en África Occidental, una geisha japonesa y un indio de Brasil.

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