martes, 27 de abril de 2010

La costa del veneno


Hablar del África Occidental, más concretamente, de Benín, Togo y la costa nigeriana, es tratar en cierto modo un crisol de temas, y es que es sin duda la zona más variopinta del continente negro, su corazón, el punto más dinámico.

La vigorosa explosión demográfica de esta zona, probablemente no tenga parangón en el mundo entero. Los países que integran el África Occidental, poseen todos una fuerte natalidad, una media de unos cinco hijos por mujer. Si bien es cierto que la mortalidad, infantil ante todo, es elevadísima.

Ciudades como Lagos, la capital de Nigeria, experimentan un vertiginoso aumento poblacional, nutrido en parte por la emigración rural. Una ciudad mediocre no hace más de veinte años, que ahora ha desbancado a prácticamente la totalidad de ciudades modernas. Más de trece millones de habitantes se aglutinan en esta caótica urbe, de desproporcionadas dimensiones.
Está claro que las infraestructuras no pueden extenderse a la misma velocidad que las viviendas. Y lo peor es la ubicación. Situada en una albufera que da al golfo de Guinea, es el caldo de cultivo perfecto para los plasmodium que causan la malaria, y para los mosquitos que los transportan.

Otra de las grandes taras de esta ciudad, es la proporción de infectados por VIH, que crece como la espuma, y en sectores como el de la prostitución, alcanza cotas espeluznantes. No obstante, la población es joven, y son gentes optimistas, vitales y felices. Algo así como la antítesis a una Europa alienada, depresiva, envejecida y aséptica


Si continuamos nuestra travesía hacia el Oeste, pasando por el angosto país de Togo, llegaremos a Benín, y aquí merece la pena hacer un inciso en el que viajaremos al lado más oscuro del continente negro;

Muchos habréis oído hablar del vudú. Esa religión animista que tan bizarra nos resulta. Es ciertamente impactante contemplar una ceremonia, en la que aquellos que pretenden contactar con los espíritus del más allá, siguen unas pautas hasta alcanzar un estado de trance.
Toda esa gente danzando, y algunos elegidos cuyos ojos se encuentran virados y en blanco...ya fuera del mundo cotidiano, tratando de comunicarse con los ''loas'', espíritus intermediarios entre el mundo de los vivos y el de los muertos.Es tal vez esa capacidad de anexionar la rutina diaria con una especie de universo paralelo, lo más fascinante del vudú. Y como no... los muñecos torturados, perforados por agujas, que denotan el carácter vengativo de la magia negra, que proviene de gentes muy pasionales.

Y esas gentes pasionales, aunque el vudú más famoso sea el practicado en Haití, no hay que olvidar que encuentran sus raíces en el África Occidental. Fruto del tráfico de esclavos llevado a cabo por las metrópolis europeas, fue que el vudú logró extenderse hacia América.


Pero si insistimos en el más arcaico, lo encontramos en esta región. Pues bien, es en Benín, y en su capital Cotonú, donde encontramos tal vez la máxima expresión del vudú y todo lo que pueda implicar. Por ejemplo la obtención de materiales de todo tipo, que en una religión animista, son imprescindibles. Todos los objetos tienen propiedades más allá de las organolépticas o de valor sentimental que cualquiera pudiera advertir. En el mercado de 'Le Fetiche' de la capital, encontraremos un inmenso cajón de sastre para toda esta miscelánea de lo grotesco, o mejor dicho, de lo oculto.


No contentos con semejante descubrimiento, es de notable impacto el conocer la forma en que estas gentes expresan su pasión... tanto de forma positiva, como negativa. Y la negativa es bien curiosa.

Se habla por ejemplo, de envenenamiento con mariposas. Suena contradictorio... algo cruel, violento y doloroso, que parte de un frágil e inofensivo insecto. Es la sutilidad, otro de los aspectos interesantes de este tipo de ataques. Si alguien te ha hecho daño, puedes conseguir unas mariposas -vivas obviamente-, y darles a oler algún objeto o prenda que utilizase la futura víctima. Con su finísima recepción química de los olores, está claro que los lepidópteros, son mejores que un sabueso. Acto seguido, envenenamos las patas de las mariposas, y las dejamos ir. Seguirán al infeliz objetivo de nuestra cólera, y al posarse...et voilà.

Seáis o no escépticos, sin duda son maneras ingeniosas.


Es esta, una fascinante tierra, la del delicioso chocolate marfileño, la de los majestuosos árboles baobab de inmenso tronco, un lugar de gran biodiversidad, de tribus variopintas. Un lugar en parte anclado en el pasado, vetado al desarrollo, pero en parte rebelde y sediento de romper los grilletes que le encadenan a la maldición africana.

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